Las iglesias se han convertido en museos y los concesionarios crían telerañas pero lo importante es el diaconado femenino y el reconocimiento de la homosexualidad en la Iglesia
"Sínodo español y sínodo alemán". Les aconsejo que lean el artículo de días atrás, firmado en La Razón por el exministro Jorge Fernández. Primero porque nos aclararemos sobre la retorcida triple etapa sinodal: diocesana, continental y universal. Ya hemos hablado en Hispanidad de la Teología de la bragueta que, naturalmente, debía dar lugar a un Sínodo de la entrepierna.
Como recuerda Fernández, los profundísimos teólogos germanos has alumbrado portentosas novedades y brillantes planteamientos, tales como el sacerdocio femenino, la homosexualidad católica, la proscripción del celibato sacerdotal... Todo de lo más original, porque naturalmente alude al origen mismo de las cosas.
Las iglesias se han convertido en museos y los confesionarios crían telerañas pero lo importante es el diaconado femenino y el reconocimiento de la homosexualidad en la Iglesia: eso sí que alumbrará una nueva etapa gloriosa de la civilización cristiana.
Y lo preocupante es que el país de la Contrarreforma, España, parece seguir los mismos pasos sinodales, con similares conclusiones, cita Fernández, en Barcelona y Zaragoza, que no dejan de ser dos obispados representativos. Al final, se disculpa el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, diciendo que lo que sale de los sínodos diocesanos -en donde, por cierto, no participa ni el potito, sólo clérigos y laicos progres- no son decisiones sino sugerencias. O sea, como las normas de tráfico en Buenos Aires, mismamente.
Me temo que va a ocurrir como en aquel famoso Sínodo de la Familia o el no menos famoso Sínodo de la Amazonía. Se dijeron todo tipo de memeces y se expusieron todo tipo de barbaridades. Al final, el Papa Francisco arrambló con todas ellas y acabó asegurando que "la eucaristía hace la Iglesia": fuese y no hubo nada y todos respiramos hondo. Pues con el actual sínodo universal me malicio que está ocurriendo lo mismo, hasta el punto que uno empieza a elucubrar: si los sínodos se han convertido en hacedores de chorradas; ¿para qué convocarlos?
En cualquier caso, estamos ante un Sínodo universal. Y entre todas las noticias, ligeramente negativas, sobre la Iglesia que están surgiendo en este año 2022, me ha impresionado la última de Alemania, la maravilla de Iglesia germana -sí, es una ironía-, máximo exponente de la teología de la bragueta: políticos musulmanes y protestantes reciben la eucaristía, una eucaristía de lo más ecuménica, en una iglesia alemana, de manos de sacerdotes católicos.
Porque están pasando muchas cosas en la Iglesia, y no todas buenas, créanme, pero todas estas barbaridades penden de la misma barbaridad: la profanación eucarística. Sólo un católico puede entender aquello de que la Iglesia vive de la Eucaristía (San Juan Pablo II) o de que la Eucaristía hace Iglesia (Papa Francisco), pero cualquiera puede entender que un católico es aquel que cree, que sabe, que en las especies eucarísticas está -es- el mismísimo Dios. Y como asegura el viejo refrán español: no se juega con las cosas de comer.
Mientras todo esto ocurre los obispos españoles continúan callados. Que lo arregle el Papa.