La gran dependencia de España de fuentes de energías externas, de tecnologías en manos de inversores extranjeros, así como la creciente digitalización y descarbonización de la sociedad dependientes de infraestructuras críticas para la economía y la seguridad nacional son puntos críticos que no hemos sabido resolver. Por no hablar de nuestra dependencia política, económica, defensiva y diplomática de puntos de decisión fuera del Estado que obstaculizan la autonomía soberana. 

De ser España un socio fiel de  la UE y la OTAN a distanciarnos por defender unos intereses oscuros en favor de dictaduras en el Grupo de Puebla, Rusia, Hamas en Gaza, ahora China y abiertamente enfrentada a EE.UU. e Israel entre otros. Eso no es ser independiente sino jugársela. Como nos la jugamos apostando por reemplazar EEUU por China como pretende Sánchez en su gira asiática para entrar de lleno en el club de los BRICS. Entre autocracias anda la cosa. Mientras Trump y otras potencias luchan por la independencia en su amplio sentido, Sánchez por la dependencia absoluta de España. 

La amistad de enemigos de Occidente se ha hecho dueño de nuestras vidas, conforme han ido pasando los años del sanchismo. La única independencia que toleramos en diferido y hasta sufragamos con cargo al erario público es la de Cataluña con todas las concesiones regaladas aún a costa del año reputacional a España.

Las políticas nacionales transponen en casi todos los ámbitos las directivas comunitarias. La autonomía parece quedar restringida a cambiar de renglón dentro del mismo párrafo. Ser soberanos no significa estar pillados por una enorme burocracia que cada vez limita más nuestra libertad de decisión. 

No extraña pues que nuestra política económica dependa de lo que dicte la Comisión Europea y el BCE. Somos vulnerables a los shocks de la Eurozona/Alemania. Dependemos de una manera descarada de los fondos estructurales, de cohesión, next Generation y ayudas al rearme para salir adelante. En política exterior nuestra voz delegada en gran número de organismos supranacionales se ha diluido y restringido a no producir cacofonía, aunque con difícil tarea si nos identifican con los BRICS.

Por no hablar de la defensa nacional, incapaz de atar en corto el narcotráfico en Barbate como para proponerse ella sola la defensa de una incursión externa por el sur sin asistencia de los aliados. En el orden judicial cada vez es más recurrente presentar recurso ante el TJUE para zanjar un litigio nacional.Y pese a todo, las euro-órdenes españolas para la extradición de Puigdemont sirven lo mismo que el papel mojado.

Otro ejemplo: La fiebre por las tierras raras y minerales estratégicos que nos concedería cierta independencia y empleo en forma de ventaja competitiva para la industria militar, la innovación tecnológica y transición verde que se saben localizadas en España tras el interés despertado por Trump en Ucrania, puede llegar a ser un espejismo. Solo hay que recordar el rechazo de políticos, gobiernos autonómicos y ecologistas a explotar en el pasado yacimientos de materias primas claves para ciertas industrias y revitalizar poblaciones de la España vacía por un ambientalismo mal entendido. 

Pero no sólo va de guerras críticas sino también de nuestra oposición a explorar y extraer petróleo del subsuelo, gas (fracking), incluso energía nuclear, así como la instalación  de parques eólicos frente a las costas para no ahuyentar el turismo insular que a su vez queremos mandar a casa por saturación de las calles céntricas. La ampliación de infraestructuras como aeropuertos y puertos marinos también son objeto de disputa desde hace años por cuestiones más viscerales cortoplacistas que de rentabilidad  y valoración geoestratégica de autonomía soberana. En otros, esos puntos neurálgicos están siendo controlados por China que de seguro en caso de crisis controlará su actividad y no siempre en favor de los intereses de España.

De momento las tierras raras nos abren una oportunidad en Extremadura, Andalucía, Galicia, Castilla-La Mancha donde se cree  yacimientos de litio, cobre, níquel, cobalto y wolframio entre otros todos ellos de gran valía estratégica para la economía del futuro. Si persiste la negativa  de España a algunos de estos proyectos extractivos no impedirá que se lleven a cabo a escasos kilómetros de distancia por otros países vecinos con el consiguiente beneficio económico para sus arcas. 

La decisión de cerrar las escasas centrales nucleares españolas para depender de la  importación masiva de electricidad de las plantas atómicas francesas o del gas y petróleo ruso y venezolano (admirables dictaduras) dan cuenta de cierta sinrazón en políticas de Estado. Los ecologistas esconden que un accidente nuclear no conoce fronteras y afectaría a España de lleno aunque tuviera lugar en una planta francesa al otro lado de los Pirineos. 

Nos quejamos de los aranceles de Trump pero en España hay aranceles propios para parar una guerra, nunca mejor dicho. No puede ser que espantemos inversiones por el abuso de la confiscación fiscal, el elevadísimo pago de tasas de todo tipo, incluso de IVA, amén de maltratar al principal tejido económico como son los  autónomos y emprendedores, obligándoles a actuar como recaudadores del Estado. 

Mientras Trump y media Europa pelean por recuperar centros productivos trasladados a Asia, España sigue practicando el balconing deslocalizando al sector industrial en favor del turismo y los servicios, lo que nos convierte en aún más vulnerables y dependientes. La falta de idiomas por otro lado condiciona la internacionalización de las pymes, micro-pymes y el aumento de tamaño.

El sentido de autonomía personal mal entendido nos lleva a renunciar en muchas ocasiones al derecho al pataleo. Manifestar el desacuerdo, plantear un recurso o una reclamación se convierte en la cosa más tediosa del mundo a pesar de la digitalización. Siempre hay una ventanilla de más o un impedimento en la administración: un software obligado que no se descarga correctamente, el fallo por la falta de plugins, actualizaciones imposibles, imposición de emplear otro navegador al habitual por capricho de la entidad, etc.

En otros muchos casos, autentificar la identidad al inicio y la firma digital al finalizar ante la ventanilla pública raya la desesperación. A los dispositivos electrónicos de antaño para conectarse con un puerto, la firma digital, la Cl@ve o la IDMobile más recientes se le añade ahora la Autofirma que rara vez funciona. Que no se nos ocurra cambiar de terminal o PC porque entonces hay que empezar de nuevo.

Y si persiste la frustración del usuario por  los errores del soporte técnico de turno que no atiende , siempre queda el recurso del 155 imaginario o  tomarse un día libre para echar la mañana entera  de forma presencial en la ventanilla de turno y rogando que no falte ningún papel de última hora no avisado previamente. Curioso es que la banca por internet funcione de mil maravillas pero sea desastrosa la administración digital. 

¿Cuánta independencia van a sacrificar los españoles si la UE prevé movilizar 800.000 millones de euros para rearmar Europa? De algún sitio tendrán que salir los dineros, y posiblemente de nuevos impuestos y las cartillas de ahorros. Josep Borrelll, ex jefe de la diplomacia europea hasta hace poco, ya insinuó algo: es partidario de que las grandes tecnológicas norteamericanas paguen más impuestos en Europa en lugar de emprender una guerra de aranceles cruzados contra Trump. Toda una lección a Sánchez y Von der Leyen, dispuestos a la confrontación menopáusica en vez de ser imaginativos para aumentar la independencia de los estados europeos.

Mientras negociamos una cosa de provecho país a país en vez en su conjunto para la UE, por otro Bruselas permite la competencia desleal como es el caso de productos agrícolas marroquíes haciendo un daño inmenso a los productores españoles. En otros casos en vez de bajar los impuestos preferimos pagar subvenciones millonarias a colectivos de guasa.

Tanto propagar el comercio libre desde Moncloa y somos partícipes de una de las regiones con mayores cortapisas legales, administrativas y fiscales al libre mercado. Dicen que aspiran a que seamos personas libres pero sin llegar a ser independientes. La mejor receta para la independencia es abrirse al mundo y no parapetarse en la aldea local.