Por eso, la feminidad permanecerá mientras que el virus feminista pasará
No tengo la menor intención de atacar el avance tecnológico que representa el 5G. Por cierto, ya estamos en el 6G: es decir, que no sabemos dónde estamos. Digo, que no pienso en atacar el progreso tecnológico: es decir, que ni tan siquiera lo pienso, lo hago.
Tampoco pretendo restar potencialidad a la sociedad de la información ni disminuir el pavor que en algunos altos cargos militares provoca una guerra cibernética, porque es un miedo mucho más que justificado. Lo que digo, y les recuerdo que Hispanidad es el decano de la prensa electrónica española, es que la tecnología no conduce a la felicidad sino al poder.
Dos detalles lo demuestran: no se puede comulgar por Internet. Es decir, en el mayor acto de amor del Creador a la creatura, la Eucaristía, Dios optó por la relación más intensa pero más prosaica de ese ser anfibio de espíritu y materia que es el hombre: la deglución. Nada puede haber más material, incluso primario, nada menos virtual, nada más lento, nada menos cercano a lo espiritual que la manduca. Pues eso, es la Eucaristía, el hombre se alimenta de Dios.
Al Padre Eterno no parece impresionarle mucho el formidable avance tecnológico del hombre. Continúa con las viejas fórmulas
Por cierto, no confundir lo espiritual con lo digital, por favor, que lo digital también es material mientras que el espíritu es lo que no tiene materia.
En cualquier caso, repito: el acto más egregio que puede ejecutar el ser humano -y más cotidiano: lo puede realizar cada día-, la Eucaristía, resulta que es un acto físico, imposible de encauzar en el 5G, ni por la WEB 3. Parece que al Padre Eterno le impresiona poco el formidable avance tecnológico del hombre.
Hablamos del amor divino. Con el segundo capítulo más relevante de la vida humana, el amor humano, ocurre lo mismo: no se puede acariciar a un bebé por Internet. Hay que que olerle y emplear el sentido del tacto. A un bebé o a una mujer.
El avance tecnológico es impresionante... sólo eso
Por tanto, dos conclusiones:
1.No mitifiques la tecnología, úsala. Y todo lo que se usa no es importante aunque resulte que sea eficaz.
2.La tecnología no conduce a la felicidad sino al poder. Por eso, el alma femenina -salvo que se haya degenerado en alma feminista- desconfía más de la tecnología que el alma masculina. El alma femenina tiene una jerarquía de valores más atinada que la del varón: busca antes la felicidad que el poder. Insisto, salvo que haya degenerado en alma feminista.
Por eso, la feminidad permanecerá mientras que el virus feminista pasará.
En cualquier caso, el avance tecnológico es impresionante... sólo eso. Y la sociedad tecnológica sólo conduce a la eficacia, no a la felicidad.