Las subvenciones son todas malas, algunas son peores. Y resulta extraordinariamente curioso que el pensamiento ni tan siquiera admita la posibilidad de que muchos de los receptores puede que sean vulnerables pero también son un poco sinvergüenzas. 

Argentina y el peronismo son caldo de cultivo para vivir de la limosna pública. Y así, el presidente Javier Milei -a través de su vocero, Manuel Adorni- utilizó el ejemplo de una mujer que cobraba una pensión por haberle sido amputado un brazo… pero cuando se presentó a la auditoría se comprobó que tenía los dos brazos. Oiga, ¿tan difícil es averiguar si una persona tiene un brazo o los dos?

Milei ha sacado a la luz que 7 de cada 10 pensiones de invalidez tienen trampa. Su portavoz, Manuel Adorni, lo explica con cierta coña en el vídeo adjunto. Vamos que no se debieron conceder porque suponen un robo al conjunto de los argentinos que pagan impuestos. De vez en cuando, viene bien un liberal que reduzca el papel del Estado para evitar el voto cautivo y la caradura de muchos que no son vulnerables sino gente dispuesta a vivir del cuento. Toda subvención es mala porque fomenta la vagancia.

No olviden que el dinero público no existe. Lo que existe es el dinero de los demás. Y no olviden que todo impuesto no es más que un cheque en blanco que concedemos al Gobierno… que no siempre es brutalmente honrado.