Hecho real: un prestigioso, y rico, prohombre de la comunicación española me reprendía de esta guisa cariñosa:

-Eulogio, no te enfrentes a todos por todo. Esquiva el conflicto, haz como yo: surfea.

Reconozco que aquello me sorprendió: ¿Surfear? Sí, se explayó: Yo soy un surfeante, no me enfrento a la ola, la paso por encima, supongo que montado sobre una tabla de halagos medidos y de gratitudes interesadas. 

Pero, sobre todo, no discrepar. Aléjate de las personas con espíritu crítico: eso supondría una "diversidad tóxica", cuando lo que pretendemos los buenos, los del Nuevo Orden Mundial (NOM) es una diversidad en la armonía... marcada desde arriba, naturalmente. 

En principio este consejo es bueno, porque la hipercrítica suele ser obra de resentidos. Aléjate de principios plúmbeos, con ellos no saldrás de pobre y, sobre todo, te convertirás en un peñazo para los que te rodean. No les des la brasa. Ellos ya conocen tu ética y ni tan siquiera se molestan en contradecirla: simplemente la desprecian.

Mandamiento primero del cristiano actual: si evitas toda convicción evitarás todo riesgo

No te enfrentes a la ola: pásala por encima, surfea.

El surfeante es el nuevo biotipo de europeo, el triunfador del momento: ante todo, no discrepar. Y aún más: si evitas toda convicción evitarás todo riesgo. 

Es decir, lo que se lleva en la Europa democrática de hoy no es el hombre inmoral sino algo mucho peor: el amoral. En castizo, antes se decía de este personaje, al que los británicos califican como "vacío moral" que no se mojaba ni en la ducha, o se le definía como personaje de "ni una mala palabra ni una buena acción". Pero el problema -otra vez la blasfemia contra el Espíritu, consistente en convertir lo malo en bueno y lo bueno en malo- es que ahora a esa actitud, antaño considerada indolente y cobardona, se le considera el modelo a imitar. Surfea, amigo, para qué comprometerse: simplemente esquiva el mal y, a ser posible, emite al malvado la factura por tu alabanza, permisividad o simple abstención. 

Lo que se lleva en la Europa democrática de hoy no es el hombre inmoral sino algo mucho peor: el amoral

¿Quiere usted saber si es un surfeante amoral? Pregúntese cuál ha sido su reacción ante la batería de leyes inmorales que se han dilucidado en el venenoso mes de diciembre de 2022. ¿Ninguna? Pues usted es un surfeante.