Urge recuperar a Teresa de Calcuta, quien antes de ayudar a vivir ayudó a morir
De esto de amar, Teresa de Calcuta sabía un poco. Sabía tanto que por eso los malnacidos de los británicos -no todos, sólo algunos- se lanzaron contra ella intentado buscar la recontraenjundia de su caridad en impostura, algo que, como todos los disparates, supone una tarea casi imposible. Ya saben, el cabroncete considera que el bien es imposible y el bondadoso un hipócrita: no era posible que una mujer pequeña tuviera una fuerza tan grande.
Añado que la anécdota que más me gusta de Madre Teresa es aquella en la que un periodista, al parecer británico, viendo como la religiosa trataba a un moribundo purulento le dijo: “Yo esto no lo hago ni por un millón de dólares”. A lo que ella contestó: “Yo tampoco. Lo hago por Jesús”.
El cabroncete considera que el bien es imposible y el bondadoso un hipócrita: no era posible que una mujer tan pequeña como Teresa de Calcuta fuera tan grande. Algo ocultaba
Pero a lo que estamos, Manuela, que se nos va la tarde. Recojo hoy otra frase de la monja kosovar: “No se trata de lo que hacemos sino del amor con que lo hacemos”.
Empecemos por el principio: ¿Caridad se opone a solidaridad? Yo diría que sí, porque caridad y amor son exactamente lo mismo y porque la solidaridad se termina en la ayuda al necesitado -y está muy bien, que conste-, mientras que el amor es más que ayuda: es comprensión e identificación. Conlleva ayuda, pero no se queda en la ayuda.
“El que no sabe ni dar ni recibir amor, es el más pobre de los pobres, por muchas riquezas que posea”
Pero es que, encima el amor es de doble dirección: hay que saber darlo y hay que saber recibirlo. Mi padre traduciría por esto que Santa Teresa hablaba de humildad y gratitud, hablaba de la convicción de que todos necesitamos, no sólo amar, sino aceptar ser amados. Y mi padre, como casi siempre, tendría razón: ¡Pues bueno era mi padre!
Hágame caso si quiere usted tener una vida útil, que merece la pena, siga a Teresa de Calcuta, a lo mejor no es capaz de hacer ni la milésima parte de lo que ella hizo pero sí de razonarlo como ella lo razonaba.