Hace una semana hablé del nuevo libro de Jorge Fernández Díaz, titulado El Tiempo de María. Me salió un ladrillo considerable y eso que apenas esbocé lo que representa esta obra maestra del exministro de Rajoy. Sí, aunque fuera ministro del estafermo de don Mariano puede escribir obras geniales, aunque ya advertí que, como ministro, aprobado ramplón, como articulista y escritor, sobresaliente ‘cum laude’.
El Papa Francisco está moribundo y no es el momento de criticarle sino de encomendarle. Pero aunque le den de alta en el Gemelli está claro que no durará mucho tiempo más. Por eso creo que este es un buen momento para hablar de dos citas que Fernández ha hecho en su obra. La una, corresponde a la vidente de Fátima, Sor Lucía, y al famoso Tercer Secreto de estas apariciones, que sí están reconocidas por la Iglesia. Digo esto para tranquilidad de aquellos puristas que exigen que toda revelación privada sea aprobada oficialmente por la Iglesia. Lo cual resulta extraordinariamente correcto, sin duda, pero poco práctico, porque la Iglesia puede tardar décadas en aceptar la sobrenaturalidad de una revelación privada o, sencillamente, decir que ni sí ni no, que no consta la sobrenaturalidad pero tampoco la estafa... o puede no decir nada en 50 años. Ejemplos: todavía no hay decisión definitiva acerca de la sobrenaturalidad de las apariciones marianas de Garabandal (1961), hace 64 años, y Medjugorje (1981), hace 44 años... y sobre la conclusión del fenómeno cardenal Tucho sobre las apariciones en Bosnia, mejor corramos un tupido velo. Y sobre Garabandal, la respuesta oficial del Vaticano ha sido la misma: puede que sean verdad o puede que sean mentira, lo más seguro es quién sabe.
Pues bien, Sor Lucía de Fátima fue obediente hasta la muerte, pero la obediencia a la autoridad eclesiástica no significaba que fuera tonta.
Jorge Fernández demuestra de forma inequívoca que ella quería que se conociera el Tercer Secreto en toda su integridad -la Madre de Dios no habla para perder el tiempo- y Fernández recoge la decisión de Juan XXIII, conocedor del Tercer Secreto, con estas reveladoras palabras: “Desde 1960, el Papa Juan XXIII decretó la prohibición de que sor Lucía hablara de las apariciones y restringió al mínimo sus visitas: desde ese año y hasta su muerte solo pudo recibir a sus familiares o a quienes contaban con autorización expresa por parte del Vaticano”.
“Desde 1960, el Papa Juan XXIII decretó la prohibición de que sor Lucía hablara de las apariciones y restringió al mínimo sus visitas: desde ese año y hasta su muerte solo pudo recibir a sus familiares o a quienes contaban con autorización expresa por parte del Vaticano”. ¿Por qué?
Es decir, en 1960 se puso sordina a un mensaje de Santa María. Insisto en que censurar a la Madre de Dios puede resultar peligroso. Y remacha Fernández, que resulta “muy curioso, cuando menos”, que a partir de ese momento, 1960, “da comienzo una de las paradojas más incomprensibles de Fátima: todos podrán hablar de esas apariciones y del mensaje que las acompañó… excepto la única testigo viviente”.
Ahora bien, ¿actuaba Juan XXIII por inquina hacia los sucesos extraordinarios en general o hacia Fátima en particular? Estoy seguro que no, entre otras cosas porque sus continuadores, los mismos que hicieron de Fátima uno de sus lugares preferidos de peregrinación, como San Juan Pablo II y el propio Francisco, consagrarían el mundo al Inmaculado Corazón de María, tal y como Sor Lucía había dicho que le había pedido la Madre de Dios.
Recuerden: Wojtyla realizó la consagración y Bergoglio la remachó pero ninguno de los cinco papas ha revelado, de forma clara y expresa, en su totalidad, el Tercer Secreto... porque podría haber producido efectos indeseados.
No lo digo yo: cuando Vittorio Messori le pregunta por esta cuestión al futuro Benedicto XVI, asimismo conocedor del Tercer Secreto como prefecto del Santo Oficio, este responde por qué no se había hecho público. Ojo al dato: “Sí, lo he leído. ¿Por qué no ha sido revelado? Porque, a juicio de los pontífices, no añade nada nuevo a lo que un cristiano debe saber de la revelación: una llamada radical a la conversión, la absoluta seriedad de la historia, los peligros que se ciernen sobre la fe y la vida de los cristianos y, por lo tanto, sobre el mundo. Y, además, la importancia de los novísimos. Si no se publica, al menos por ahora, es para evitar que se confunda la profecía religiosa con el sensacionalismo. Pero las cosas contenidas en ese tercer secreto corresponden a lo que están diciendo en la escritura y confirmado por muchas otras apariciones marianas, empezando por la de Fátima, en sus contenidos públicos. Conversión y penitencia son condiciones esenciales para la salvación”.
Antes de nada, ¿por qué Ratzinger se refiere a los ‘novísimos’ en una pregunta sobre el Tercer Secreto? Luego hablaremos del homicida Ali Agca.
Pero en el grueso de la respuesta, Benedicto XVI, y esto es poco habitual en él, recurre a la obviedad. Nos dice: no hay nada en el Tercer Secreto de Fátima que no haya sido revelado como necesario para la salvación. Hombre, claro... la revelación se consumó con la Biblia. En ella está todo lo necesario para la salvación. Pero de vez en cuando, como hace el docente con el discente, no está de más repetir las cosas y enmarcarlas en el paso del tiempo, actualizarlas... y resulta que la Virgen se ha empeñado en actualizarlas.
Algo muy parecido dijo en 1978 San Juan Pablo II en Fulda (Alemania), cuando los universitarios, gente joven que hace preguntas directas, le preguntaron si estábamos próximos a la II Venida de Cristo que algunos, pocos, identifican con el fin del mundo y otros -muchos- dicen que son dos momentos distintos del juicio de las naciones y el fin de este mundo: el Papa polaco, sin mermar un ápice la gravedad de la situación de la humanidad actual, es más, resaltándola, sin negar la posible inminencia del fin de la historia, incluso manifestando que llegan tiempos en que los católicos deberíamos estar dispuestos a entregar la vida, concluye con un pero: Dejaos de elucubrar, vino a decir, y coger esto y rezar. “Esto” era el rosario que extrajo de su bolsillo. Es decir, dejar de pensar en el fin del mundo y rezar por el fin del mundo y por los hombres para que Dios acepte nuestra penitencia.
El Tercer Secreto de Fátima nunca se ha hecho público en su totalidad y de forma clara y expresa... quizás para no generalizar el modelo Ali Agca: creo y con mucho morbo pero no me arrepiento de nada
Entre otras cosas, y esto es sustancial, porque todas las revelaciones marianas de la era contemporánea son profecías que podrían no ejecutarse, no cumplirse si, como nos aconseja Nuestra Madre, nos convertimos a Su Hijo y dejamos de hacer el ganso. Esto es, si, en lugar de apelar a la justicia de Dios, apelamos a su misericordia. El futuro, diría un filósofo, depende del presente y el presente es el estado en el que opera la libertad del hombre. El futuro lo hacemos en el presente, la oración de hoy no puede cambiar, el que cambia es el mañana, porque la oración es omnipotente ante Dios.
Total que, ¿han hecho bien o han hecho mal Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II Benedicto XVI y Francisco en no revelar, con pelos y señales, el Tercer Secreto de Fátima? Pues no soy yo quién para juzgarles. Ciertamente, tengo aún menos confianza que ellos en la tendencia del ser humano a la exageración y al sensacionalismo (ventaja que tengo respecto a esos cinco pontífices porque yo sí soy periodista y de esto de exagerar y del morbo entiendo más que ellos) pero coincido con ellos en que la salvación del hombre no vendrá del Tercer Secreto.
Les ayudará pensar otro sumario que también relata con nuevos detalles, o con detalles resaltados, que aporta Jorge Fernández en El Tiempo de María. Me refiero al sumario de Ali Agca, obsesionado con algo que para muchos católicos, entre los que me cuento, resulta evidente: lunes 13 de mayo, aniversario de las apariciones, la Virgen desvió la bala mortífera que Agca disparó contra San Juan Pablo II. Digo esto porque Ali Agca, quien llegó a afirmar que el Tercer Secreto de Fátima hablaba del Anticristo pero que en ningún momento, al menos hasta que le perdimos la pista, pues fue extraditado a Turquía, mostró arrepentimiento por su intento de asesinato: mucha curiosidad por el Secreto de Fátima pero ninguna conversión.
Ya saben, lo de siempre: la vida cristiana no es una cuestión sólo de fe: no nos salvamos por lo que creemos sino por lo que hacemos, no nos salvamos por la fe sino por la caridad y los demonios también creen en Dios. Traducido: puedes creer en lo que quieras creer de las apariciones de la Virgen María en Fátima o en cualquier otro lugar, puedes pensar que el Tercer Secreto dice esto o lo otro... que si no te arrepientes, por muy creyente que seas, te vas al infierno de cabeza.
Y en los tiempos que corren sigue el consejo de un tal Karol Wojtyla: menos elucubrar y más rezar el rosario, la arma más eficaz de nuestro tiempo.
Este es el tiempo de María porque las cosas están tan podridas que la única salvación está en la Señora.