La Ley del Silencio, de Alfredo Amestoy es el mejor antídoto contra todas las mentiras que se ciernen sobre el Valle de los Caídos, obra sobre la que se han vertido toneladas de embustes y desatinos por encima de ningún otro monumento. 

Embustes desenmascarados en este documento gráfico, también por izquierdistas como la familia de Francisco Rabal o el escultor socialista Juan de Ávalos, o por otros protagonistas de la construcción del Valle de los Caídos, donde muchos republicanos encontraron refugio, que no castigo.

En el Valle, Franco puso sus mejores empeños -también los tuvo malos, que conste- en realizar una obra de fe y de concordia. De fe, porque aquello fue, y es, sobre todo, un templo con una cruz, y de concordia porque el propósito del dictador fue, precisamente, el de hacer olvidar las barbaridades perpetradas durante la guerra civil. Algo así como que las dos Españas que no habían sabido convivir en vida supieran convivir más allá de la muerte y dieran un ejemplo a las nuevas generaciones. En ningún caso fue un panteón que Franco quisiera construirse para su entierro como hacían los faraones, y posterior exaltación después de muerto, como pretende hacernos creer el Sanchismo, con el único propósito de justificar su tropelía. 

Tampoco fue Cuelgamuros un campo de trabajos forzados sino una oportunidad de redención de pena por el trabajo para muchos trabajadores del bando perdedor. Bueno, no muchos, porque fueron pocos, no llegaron a 250, como desvela el reportaje de Amestoy, los presos republicanos que trabajaron en las obras, pero si fueron arquitectos y escultores republicanos los que dieron esa personalidad arquitectónica a la Basílica de Cuelgamuros.  

Complejo que, sinceramente, a mí ha tardado muchos años en agradarme, pues lo veía muy frío. Mismamente, me gustaba más el Escorial de Felipe II, próximo al Valle. Pero ahora comprendo que a lo mejor es el estilo que más convenía al propósito y que, en cualquier caso, no es una muestra de arquitectura franquista -como digo, fue realizada en buena parte por artistas y artesanos republicanos- y con el sólo objetivo de la reconciliación.

Alguien podría preguntar por qué Hispanidad hace tanto hincapié en el Valle de los Caídos, cuando existen otras muchos frentes para un cristiano en el siglo XXI. Pues lo hacemos por las razones antedichas y también porque nos importa la verdad, incluso más que el rigor y porque resulta que sobre pocos monumentos del siglo XX se ha mentido tanto como sobre el Valle de los Caídos.

Simplemente, pasen y vean, o revean, esta vídeo de imágenes obra de Alfredo Amestoy. Merece la pena para que no nos engañen con la “resignificación” del Valle. Su significado, sin ‘re’, original resulta mucho más interesante, mucho más cierto y mucho más justo que el que pretende darle el actual Gobierno de España, tan amante del embuste. 

Vamos, que merece la pena conocer la verdad (pinchar aquí o ver el documento adjunto). Documental dedicado al ministro de Memoria democrática, don Ángel Víctor Torres.