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El fenómeno del verano, más allá de los pechos al aire de Amaral -de lo que hablaré en la próxima entrega-, es qué ha sucedido en los medios de comunicación este verano para que le dediquen tal cantidad de tiempo a hablar sobre Vox. Es llamativo comprobar que después de haber hecho un apagón informativo durante toda la campaña, ahora están tan sujetos a un partido supuestamente tan denostado y que, sin embargo, le han dedicado cabeceras de diarios, tertulias, debates de análisis político o social, y un minutaje casi pornográfico de youtubers a hablar sobre si Vox tiene continuidad en la política o no por el hecho de que uno de sus miembros, Iván Espinosa de los Monteros, haya decidido retirarse de la política activa.
Puedo comprender que las televisiones, los digitales y aquellos tertulianos encargados de jalear a la izquierda se entreguen con ese sectarismo que les caracteriza. Sin embargo, me cuesta más creerlo de otras cabeceras, supuestamente de derechas, como son La Razón y el ABC, que también combaten con las mismas consignas, aunque sean más elegantes que sus contrarios mediáticos. Y como caso apropiado para un taller de psiquiatría mediática, están los medios específicamente de derechas, como son EsRadio o Libertad Digital, que a la orden de su jefe, Federico Jiménez Losantos, descargan de manera desenfrenada y, a veces, provocan el sonrojo cuando los lees. No tengo acceso a la información sobre oyentes y seguidores, pero sospecho por lo que leo en las redes sociales, que cada vez más oyentes de los de toda la vida se están yendo a otras fuentes menos incoherentes.
Al final, la pregunta es inevitable, ¿por qué hacen lo que están haciendo -tanto a la derecha como a la izquierda-, con un partido legalmente constituido y con todas las garantías constitucionales -cosa que no todos pueden decir lo mismo-, que además resulta ser la tercera fuerza del arco parlamentario porque lo sufragan más de tres millones y medio de ciudadanos, autónomos en su decisión y en un país libre? ¿Por qué este talante tan poco democrático, tan falto de respeto y de actitud tan ansiosa? ¿Es posible que no haya asuntos más graves para noticiar y debatir, como son las negociaciones que se están llevando a cabo entre PSOE y los partidos nacionalistas, incluido un prófugo de la justicia española, o el precio de la gasolina, la subida del paro o los acuerdos a espaldas de España de Pedro Sánchez en Marruecos? Yo no soy nadie en Vox ni tampoco en ninguno de estos medios, pero tengo mi opinión y, precisamente, soberano de mi propia libertad, la voy a exponer aquí.
Los contertulios y los editorialistas de las distintas cabeceras se han centrado en dos elementos principalmente. Uno sobre la rotura ideológica en el foro interno del partido, entre conservadores y liberales, cuando realmente es parte de la ideología propia de Vox desde el principio cuando se fundó, de base liberal conservadora. No sé por qué ahora se extrañan de que estas cosas puedan ocurrir, debaten precisamente porque en su foro interno se concentran ambas corrientes. En esta misma línea, si ustedes hacen un poco de memoria, cuando el Partido Socialista estaba también con esos debates internos en los que se veía un partido roto allá por 2016, los propios medios zurdos defendían que el debate interno de las ideas de un partido, enriquecían y reforzaban al propio partido. No comprendo porque esta misma tesis no se aplica al partido de Vox. Otra de las falacias que se han encargado de difundir a través de determinados voceros es que Jorge Buxadé se ha hecho con el poder ideológico del partido, y que es lo mismo que decir que reina en el interior del partido la falange, por el simple hecho de que Buxadé, en su juventud, hubiese sido falangista, que no lo sé ni me importa. Pero también podríamos utilizar esa misma unidad de medida a ciertos dirigentes del PSOE como ni más ni menos Felipe González, exfalangista y cuyo tutor era Jesús de Polanco, ¡ahí es nada! O podemos hablar de José Bono, también exfalangista y voluntario en la guardia de Franco e hijo de un falangista con el carnet nº 230.096. Otro populista que gobernó durante años y caprichosamente Cantabria, como si fuese su propio cortijo, fue Miguel Ángel Revilla, que también goza de un pasado falangista y más, porque fue pata negra del franquismo, y un destacado dirigente del sindicato vertical. Y por poner un ejemplo más de otros muchos, Alfredo Pérez Rubalcaba, cuyo padre fue suboficial del Ejército del Aire franquista.
Pero todas estas cosas son meros dimes y diretes que desdicen del cargo y posición que ocupan muchos directores de redacción que admiten como periodismo argumentar con cosas así. Lo importante no es nada de eso. Lo que realmente sucede es que Vox es el único partido antisistema cuyas bases y principios están inspirados en el humanismo cristiano, que defiende a la mujer como lo hace con el hombre, porque ninguno debe de carecer de los mismos derechos y las mismas responsabilidades civiles y penales; son los que buscan la libertad del contribuyente, con menos control fiscal y menos intrusismo en las vidas de los ciudadanos y en sus familias. Es el único partido que defiende la vida y el matrimonio entre hombre y mujer como fundamento social que proporciona la regeneración demográfica; son los que llevan al debate político, mientras los demás callan, lo que está sucediendo con el campo y con los ganaderos; los que preguntan en voz alta, por qué nuestras fronteras son violadas de forma permanente y los que ponen en cuestión las ayudas que reciben ciertos inmigrantes por el simple hecho de serlo, creando un agravio comparativo con el resto de los españoles y los demás inmigrantes que trabajan y cotizan para el bien común. Son los que ponen el énfasis de la excelencia y la meritocracia en el esfuerzo personal y rechazan regalar a la sociedad dinero gratis y aprobados a los estudiantes, cuando todos los expertos saben que es pernicioso a corto plazo para el estudiante y malo o muy malo para el futuro del país a largo plazo. Son los que defienden la Agenda España frente a la 2030, globalista y destructiva, neoliberal y empobrecedora, sobre todo para el pueblo al grito de no tendrás nada y serás feliz. Vox rechaza el miedo climático como medida de presión para crear leyes que limitan la libertad de los ciudadanos “por tu seguridad”.
En definitiva, es un partido disidente del mundo que todos los otros partidos pretenden formar sin contar con los ciudadanos, con un nuevo despotismo al modo siglo XXI, cuya democracia se ha corrompido y que teledirigen una serie de inversores, capitaneados por BlackRock y sus filiales financieras y empresariales y por políticos, estos últimos como lacayos a su servicio legislando perversidades a cambio de apariencia de poder y volar en Falcon.
Ética del periodismo (PiEUB), de Norbert Bilbeny. La obra recoge y razona los principios básicos que deben guiar el ejercicio de un periodismo libre y responsable: la veracidad, la autonomía, el interés público y la justicia. De forma clara y ordenada, se justifica la íntima relación existente entre la profesionalidad y estas normas éticas fundamentales, un vínculo especialmente importante para una actividad que hoy se enfrenta a desafíos tan grandes como la digitalización, la concentración empresarial o la crisis de identidad de la propia profesión.
Periodistas sometidos (Almuzara), de Francisco Rubiales Moreno. Aunque es del año 2009, creo nunca como hoy es tan actual. De la sinopsis: «No hay un solo caso de periodista esclavo que sea recordado por la Historia, del mismo modo que tampoco merecen el recuerdo los militares cobardes o los médicos al servicio de la muerte. Que quede claro que los periodistas sometidos al poder sólo pueden esperar poder y dinero, pero nunca reconocimiento, honor o respeto».
Periodistas o lacayos (Meteora), de José Luis Caballero Fernández. Desde hace dos décadas se ha extendido la percepción de que el oficio de periodista está cayendo por un pozo sin fondo: afán desmesurado por el dinero fácil, pérdida acelerada de todo tipo de ética, práctica ausencia de autocrítica, coqueteo con los poderes públicos a través de los gabinetes de prensa... El ensayo pretende azuzar el debate en la prensa, a los males profesionales y valorar y alentar a los que practican un periodismo ético, riguroso y responsable.