Yo no adoro a Fructuoso, sino al Dios que adora Fructuoso, dijo Eulogio
El 9 de enero celebramos la festividad de San Eulogio, mártir del siglo noveno en Córdoba. Pero hay otro Eulogio, diácono de Tarragona, muerto por los romanos por la misma razón que Eulogio el Grande, por cristiano.
Lo cuenta catholic.net y lo cuenta muy bien, es el martirio, en la Tarraco romana del siglo III, del obispo Fructuoso y sus diáconos Augurio, con perdón, y Eulogio, con el mismo perdón que Augurio.
El magistrado romano que los condenó interrogó primero al obispo, luego a Eulogio. Y lo que me ha hecho gracia es la pregunta y respuesta del diácono Eulogio:
-¿Adoras a Fructuoso?
-Yo no adoro a Fructuoso, yo adoro al Dios que adora Fructuoso.
El hombre siempre vive arrodillado: ante Dios o ante sus propios vicios
La pregunta tenía sentido por cuanto el poder de Roma se asentaba sobre la divinización del emperador, convertido en Dios y ya se sabe que a los dioses no se les discute.
El asunto es de patente actualidad porque en el siglo XXI, no se nos pide que adoremos a un hombre sino a un sistema llamado democracia. Y cuando un gobernante es elegido democráticamente, se considera que toda crítica hacia él es una crítica a la democracia.
Por otro lado, cada vez que un gobernante presume de ateo, no lo duden: pretende que le adoren a él. El mundo no se enfrenta a un problema político sino moral: se llama idolatría del poderoso, un prólogo de la adoración de la bestia que merece que nos examinemos y contra lo que debemos resistirnos, aún a costa de nuestra propia vida.
Por lo demás, no olviden que el hombre siempre vive arrodillado: ante Dios o ante sus propios vicios.